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viernes, 20 de marzo de 2020

Risas en tiempos de confinamiento



Vengo a hablaros de cómo un día gris y anodino se convirtió en un hermoso atardecer. De esos en que el cielo se viste de colores y no puedes dejar de mirarlo y sonreír. Por alguna razón, Whats ha tenido a bien dejar de mandarme sus notificaciones. Así que de vez en cuando, miro.



Mi amiga del alma, mi hermana Isina, esa persona que sabe de mi vida más que yo misma, la que está siempre; en los buenos y lo más difícil, en los malos momentos; esa que si un día la llamas de noche te abre su casa y te acoge, la que tuviera o no, comparte todo contigo; esa persona por quien no dudaría un instante en regalar mi sangre si la necesitase (y mi vida si valiese algo), me había escrito. No es un buen momento para nadie y nuestra conversación era rara, oscura, melancólica (quizás). Nos despedimos varias veces. Creo que ninguna de las dos estaba dispuesta a marcharse de esa manera. No éramos nosotras. Nos tratábamos cordialmente, sí, pero no se mascaba la cercanía de la que hacemos gala.
De repente, Isina empezó a decir cosas que echaba de menos hacer conmigo. Yo, inevitablemente, empiezo a llorar y le suelto un piropo. Entonces, salió su humor negro, ácido, GENIAL. Se rompió esa pared de cristal que nos separó durante unos minutos y puedo decir que ha sido un ratito inolvidable. Me he reído una “jartá”. Hemos soltado tacos. Hemos sido cariñosas. Hemos sido nosotras mismas. Sin máscaras. Sin ambages. Almas desnudas que se encuentran de nuevo y que se necesitaban para salir adelante. Que se marchitan sin verse.
Hoy, han sido risas, en tiempos de confinamiento.



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