Me pierdo en el laberinto que es mi mente.
Errática, vagabunda, herida... sin saber qué busca; olvidando lo que fue,
es o será.
Echando de menos, doliente, como aquella Piedad arropando a su hijo. Igual
de vacía.
Solo quiero cerrar los ojos, desconectar como el preso al que Pepe Hierro
cantaba una nana: "Duerme. Ya tienes
en tus manos el azul de la noche inmensa".
Descansar...
...y no despertar.
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