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domingo, 26 de junio de 2022

Por favor y gracias

Paso el fin de semana con mis padres. Desayunando, mi madre me dice “mira lo que pone en esta noticia: Jamás tantos docentes salieron llorando tras una prueba de oposición”.

Me hirvió la sangre.

¿De verdad?

Este año, por x circunstancias no estudié, no por ello he perdido objetividad. Cuando en el examen leí el supuesto práctico, lamenté no haber preparado la parte teórica porque, por primera vez en mucho tiempo, me pareció sencillo. Cuatro preguntas cortas de teoría aplicada a la práctica pero taaaan básicas, que cualquier docente debería saberlas. La otra parte, desarrollar un proyecto junto a una iniciativa común con el resto del colegio: el ajedrez. Ahí empiezan a poner el grito en el cielo mis compañeros JÓVENES, sobre todo. Lo lamento, pero es así. NADIE te está pidiendo que les enseñes a jugar, sino que, de manera cooperativa, trabajemos en la misma dirección que el centro, como suele ocurrir en la práctica diaria. ¡¡Por fin algo en lo que de verdad demostremos nuestra valía!! (no voy a detallar qué actividades y acciones podemos realizar, no es el motivo del post).

Y al final, un broche de oro: una breve alusión a la “Agenda 2030”. Nuevas quejas. Ahí pienso: “¿Será que los maestros debemos saber más cosas que las que trae el currículum?

Ole por quien hizo ese supuesto práctico. A bote pronto, ha dejado entrever muchas cosas que dejan al descubierto las carencias de nuestros profesionales.

Ya lo lamento.

Desde hace tiempo tengo la sensación de que adolecemos de la cultura del sacrificio.

Mucha gente que se presenta por primera vez a las oposiciones diciendo que jamás lo hará de nuevo. A lo sumo una vez más. Quieren hacer un examen y currar.

¡Claro! ¡Y yo!

No saben lo difícil que ha sido para los que tenemos cierta edad, asomar la cabeza en la Escuela Pública. Hace años, salían 3 plazas para Infantil y las interinidades estaban prácticamente cerradas. Costaba una vida comenzar a trabajar. Muchas clases particulares, extraescolares, trayectos acompañando a niños en un autobús escolar tuve que pasar. Años en una escuela de 0 a 3 años hasta que se presentó la oportunidad de dar el salto (y agradecida por dejar a una Maestra de Infantil presentarse a una plaza de formación profesional) para escuchar ahora estos lamentos de juventud malcriada. No todos, de acuerdo, pero muchos sí.

Me cuentan que en Educación Primaria, unos padres acompañaban a una niña de veintipocos que se iba a examinar como si fuera a unas olimpiadas. Arengas, ánimos,... que está muy bien, ojo, pero si sale mal... Deja que se enfrente ella, adulta, a una situación de estrés, dale alas y déjala volar. Ha de aprender a gestionarse.

Sé que es un ejemplo burdo y que muchos de los que me conocéis os lo he contado en más de una ocasión pero lo veo ¡tan gráfico! Veréis, a mis alumnos de 3, 4 y 5 años, siempre trato de ponerles retos PARA QUE PIENSEN, borregos ya fabrica la sociedad. Si tenemos la luz fuera de su alcance, le digo al encargado/a:

- Fulanito, enciende la luz, por favor.

- Profe, no llego.

- Piensa.

...

...

...

- Mmmmm ¿Puedo subirme a una silla?

- Claro. Con cuidado.

Voilà! ¿Sencillo, no? Pues como eso mil cosas. Como que los padres se enteren en una tutoría, al verlo, que su hijo sabe ponerse una chaqueta solo.

 What? Sí, claro, lleva tiempo. Nos habrá costado todo un trimestre, pero ahí le tienes, vistiéndose y calzándose solito. Peques de 4 años llegaron a aprender a atarse los cordones porque si lo hacían solos, podían descalzarse en clase, que estaban más cómodos. No hay nada como plantearles retos.

Extrapoladlo a los adultos. Necesitamos:

Más esfuerzo

               librepensadores

                                     tolerancia a la frustración

 

POR FAVOR y GRACIAS

 


1 comentario:

  1. Desde mi punto de vista un maestro/ maestra...educante debería ser el segundo área, el segundo nivel.. en cualquier caso los padres deberían haber enseñado a atarse los zapatos y si el niño no lo hubiera conseguido, no diré que estaríamos ante un intento fallido, infructuoso pero no se puede llevar al niño descalzo y con los zapatos en la mano y decirle a la maestra:
    -inténtalo tú que yo no he podido.
    Buen fuerzo, gran esfuerzo, mucho esfuerzo el que se hace desde la escuela. Ímprobo e ingrato esfuerzo si son los primeros los educantes... sobre todo en todos los intentos nulos. Y hay una cosa que no puede pasar desapercibida que es la cara de asombro de los progenitores al ver que sus hijos saben hacer cosas que ellos mismos no han sido capaces de enseñar.

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