Me imagino como un ave desplegando sus alas. Y, durante un breve
espacio de tiempo, me lanzo en picado con la única pretensión de sentirme
libre. Al igual que Juan Salvador Gaviota, disfruto con el vuelo, me deleito en
él y me dejo llevar... ¡Qué sencillo es todo! Aquí no hay preocupaciones, ni
problemas ni rencores, ni envidias,... soledad... libertad... de vez en cuando
es bueno evadirse y volar durante unos minutos en solitario para, de ese modo,
descansar y a la vez reflexionar y, por qué no, ordenar nuestras ideas.
Es igual que sumergirte en el agua y mirando al cielo,
descansar... ¡qué silencio tan reconfortante! Aunque, efectivamente, el hombre
es un “ser social”, en ocasiones la soledad ¡es tan reparadora! que debería
aconsejarse para que nos encontráramos con nosotros mismos para lograr, si
fuese posible, ser un poco más felices.
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