Ishana aún se preguntaba porqué. Aquella rizosa de pelo de fuego
se había levantado con muchas preguntas aquella lluviosa mañana de noviembre. Tenía
por costumbre cuestionárselo todo desde siempre pero, no sé, aquel día algo le
pellizcaba el corazón.
Recordaba a Anhariel. SU Anhariel. Desde que se conocieron, se
supieron uno del otro. Le vino entonces a la memoria el instante en que todo se
precipitó. Era verano. Ella le escribió:
“Hay momentos
especiales. Y en tan corto espacio de tiempo, y sin que lo sepas, he vivido
contigo algunos memorables.
Como bien has
dicho, eres un misterio para mí (cada día un poquito menos). Y claro, los
huecos que tengo, los relleno con literatura.
Un instante
que te voy a confesar ahora, se quedará para siempre en mi memoria. Fue hace
muy poco.
Llovía. Estaba
arropada con una manta en la terraza charlando contigo y la tele sonando de
fondo.
Compartía contigo
vídeos de canciones por la aplicación de moda y, cuando me despedía de ti, me
lanzaste la canción que ¡oh, casualidad! está empezando a sonar ahora mismo,
mientras te escribo. La escuché inmediatamente. El teléfono en el oído, bajo la
manta, paladeando la letra… Me encantó, Anhariel. No te dije nada entonces
porque sentí corte. Mucho. ¿Sabes? Me eché a llorar. Porque desde hacía tiempo nadie
me dedicaba una canción. Porque la historia que contaba me pareció preciosa y
porque (llámame idiota) creí que con ella me decías que estaba contigo siempre.
He debido
soñar contigo porque este comportamiento no es normal en mí. Todo esto es
nuevo.
Te echo mucho
de menos.
Tranquilo. No te
asustes. Va a seguir todo igual, seremos amigos como hasta ahora. Son mis cosas
en espacio de guardia baja, nada más. Considero justo contártelo, ya que te incluyen.
Solo quería
agradecerte los momentos estupendos que, queriendo o sin querer, me haces
vivir.
Siempre
tuya, Ishana”
Y desde ese día, para ellos… fue…
(CONTINUARÁ)
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