domingo, 4 de agosto de 2019

La niña del vestido azul


Mujer fuerte como pocas, Anit se fue diluyendo en la vorágine de la cotidianidad. Se había acostumbrado a la rutina, bueno, más bien, se había resignado a ella… Ni tan siquiera se molestaba en cambiar su peinado: larga melena negra al viento. Mirada franca, directa, aunque con cierto atisbo de tristeza, de recelo… Muchos años de lucha ya no por ella, sino por quienes más quería. Consagró su vida a ellos, olvidando por completo lo que era tener una existencia propia… Tampoco le importaba. Esas eran las cartas que le habían repartido y con las que le tocaba jugar.
De repente un día… el vacío… la mayor de las vacuidades inunda su alma y se encuentra sola. Sus seres queridos han ido desapareciendo y no sabe cómo actuar, cómo hablar, si me apuras, ni tan siquiera recuerda cómo sonreír… Olvidó todas las destrezas sociales necesarias para adaptarse a una sociedad tan corrupta y carente de empatía que nunca entenderá ese comportamiento abnegado dedicado al prójimo…
Y, simplemente, se fue dejando…
Cada vez pasaba más tiempo entre sus pensamientos e inquietudes y menos en la conocida como “vida real”. Se la podía ver pasear hablando sola y asintiendo a personajes inexistentes para cualquiera salvo para ella. Era feliz. Por una vez, había conseguido el ansiado equilibrio tan largamente buscado. Sencillamente, había huido de la realidad. Le resultaba insoportable e irrespirable. Escapó buscando consuelo. Por pura supervivencia.
La que fue niña del vestido azul, que adoraba montar a caballo, es ahora una mujer rica en experiencias. Oníricas, propias, inexpugnables…
Es una mujer LIBRE.

Gracias, Cris, por ser mi cómplice facilitándome las palabras con las que construir el relato... ¡¡Te quiero!!