jueves, 27 de agosto de 2020

Construyendo mundos

 

Hoy comienza mi aventura. He preparado un hatillo en el que llevo lo imprescindible.

Estoy construyendo mi rinconcito de tranquilidad. Mi refugio. El lugar al que voy a huir cada vez que me cueste respirar. Cada vez que sienta sufrir a quien amo. Cada vez que el punto y coma que tatué en mi piel quiera ser punto final... Aunque nadie me acompañe, iréis todos conmigo.

Me sentaré sobre mi zafu, sobre mi zafutón. Cerraré los ojos y me trasladaré allí. A mi cabaña del árbol en un bosque (perdido) astur.

Y te abrazaré pequeña; te amaré, pequeño. Pensaré en ti, cabeza de chorlito testaruda.

Iré generando mi mundo con todo lujo de detalles. Lo visualizo. Me veo allí leyendo, con Morricone a modo de banda sonora y un ligero olor a sándalo adornando la estancia.

De vez en cuando bailaré, meditaré, me iré al lago próximo y nadaré hasta su centro, desnuda de todo (prejuicios, ideas preconcebidas, de cualquier ropa que de algún modo estorbe). Y descansaré allí, con brazos y piernas extendidas, con el sol dorando mi torso. Y sentiré la quietud que trae el agua. La calma que acompaña el estar sumergida un tanto, lo suficiente para no escuchar nada más allá de tus pensamientos (casi puede oírse la sinapsis de tus neuronas...) Y simplemente, te dejas ir... Respiras, te mantienes a flote. Dejas que la vida impregne cada poro de tu piel. Sientes una suerte de bautismo redentor.

Sales. Te secas tendida en la hierba al calor del astro rey.

Te vistes, regresas por el camino lleno de hojarasca, perenne en estas tierras norteñas.

Y sonríes. Lo has conseguido. Puedes volver a la otra realidad a sabiendas de que jamás te faltará cobijo. El que está en ti. Siempre lo estuvo.












Fotografía de Simon Migaj


martes, 25 de agosto de 2020

Patrones

Es curioso cómo nos creemos únicos y luego aprecias en distintas personas, los mismos patrones.

No sé por qué, las personas inseguras tendemos a despojarnos de nuestras virtudes y nos mostramos desnudas a quien tenemos delante (sobre todo si les admiramos). Pero no desde un punto de vista positivo o sensual. No. Todo lo contrario. Aparecemos desprovistas de TODO, convertidos en NADA. Seres vagabundos de opinión, certezas, sentimientos positivos... Somos simple relleno que intenta no molestar y que le pasen la mano por el lomo de vez en cuando. Mutamos en algo ordinario (en cuanto vulgar, común, frecuente...) Cuando, en realidad, albergamos TANTA MAGIA en nuestro interior...

Dentro de cada una de nuestras inseguridades, complejos o (supuestas) iniquidades, en realidad hay un infinito universo de sentimientos, sensibilidad, saberes... Precisamente todo ello es lo que nos encamina a nuestro errático comportamiento. La adaptación al otro. El regalarnos al punto de dejar de ser. Lo malo es que nos perdemos y con ello nuestra esencia. Nuestra maravillosa y especial esencia. Nuestro "toque".

El día en que nos damos cuenta, en que no dejamos de admirar a quien nos apabulla de conocimientos, nos arrolla con su personalidad y nos hace sentir pequeñitos aunque no sea su intención, entonces, nos HACEMOS GRANDES. Y hablamos mirando a los ojos a quien nos interpela. Y sonreímos con él. Y disfrutamos juntos. CRECEMOS juntos.

Jamás lo dudes. Toda solución, TODO, está en ti...