lunes, 30 de diciembre de 2019

Sin consuelo


Aquella mañana Xana había tomado una de las decisiones más importantes que habría de tomar jamás. No quería seguir adelante. Le pesaba la vida. Todo se había complicado demasiado. Estaba muy cansada de gritos, peleas, huidas a media noche conduciendo sin rumbo fijo. Buscando cobijo en la playa, mirando al horizonte, sintiendo frío como consuelo y tirita para el alma.
Volver a casa para sentirse NADA.
Y vuelta a empezar.
Gritos, peleas… huidas.
Dormir con algo apoyado en la puerta para que avisara si abría.
Vestidos morados en su piel la adornaban de vez en cuando. Tropezones… (disculpaba)…
Avergonzada de haber caído en tal agujero negro, no quería que nadie se enterara (por mil y una razones).
Vivía atemorizada.
Así, se mimetizaba con el papel, creyendo que iba a rescatarla de alguna manera de sus miserias. Un día, llenó la hoja en blanco de garabatos y letras que creyó serían sanadoras y que ayudarían a entender (en parte) por qué lo hizo. Sería su último gesto de amor para con ellos. No quería que se sintieran culpables de su desgracia. Con esa nota, pretendía descargar a quien quería de cualquier atisbo de culpa.
Se echó en la cama. Se puso música en los auriculares. Pausadamente, se fue tomando poco a poco las pastillas.
Se durmió con una sonrisa…

#RetoKi


Relato inspirado en el siguiente vídeo musical:


miércoles, 18 de diciembre de 2019

Fundido a negro

(Si quieres escuchar la historia mientras la lees, pulsa sobre el vídeo que aparece a continuación)


Aquel palpitante latido no se le iba de la cabeza. Lo sentía en las sienes como un martillazo perpetuo. Sintió miedo. Tenía demasiado presente el “Corazón delator” de Poe. Le asustaba en demasía la idea de que aquel sonido le atormentase por el resto de sus días.
PUM
PUM
PUM
PUM
En contra de lo que sucediera en aquel gótico cuento, en la realidad de David las pulsaciones provenían de su interior. El hilo de cordura que le quedaba se le escapaba como arena entre los dedos.
Se arrodilló con las manos a ambos lados de la cabeza. Apretaba. Solo quería que aquella especie de jaqueca demoníaca desapareciese.
Lloró de impotencia. Se echó en la cama y cerró los ojos. Inclusó rezó. Creyó que ya no recordaría cómo hacerlo pero su angustiosa necesidad hizo que encontrara las palabras oportunas. Hubiera vendido su alma al diablo si de esa manera cesaran los dolores que atenazaban su juicio.
Nada.
PUM
PUM
PUM
PUM
El incesante dolor iba y venía. El único cambio que notaba era en la dirección. Como si se tratase de algo vivo, que jugaba con él.
No soportándolo más, esperó a que las luces del alba hiciesen su aparición por el horizonte para dirigirse al Centro de Salud más próximo. De allí, lo derivaron a las urgencias del hospital más cercano. Y en el hospital, acabó en la planta de psiquiatría.
La medicina tiende a racionarizarlo todo, y los especialistas concluyeron que tenía el “Síndrome de Ulises”. Llevaba demasiado tiempo fuera de casa, de su país natal, solo. Estaba claro que le aquejaba una profunda depresión, con la consiguiente somatización de su pena y dolores de cabeza constantes.
Habían pasado ya varios días y su angustia y malestar no mejoraban.
Una mañana, sin que nadie supiese el por qué ni cómo llegó a tal estado, David apareció desmayado en el suelo, en una especia de coma inducido (pues la sintomatología y pruebas realizadas así lo determinaban). El letargo de este moderno “bello durmiente” se alargó durante varios meses. Igual que vino, se fue. Un día despertó lozano, con ganas de comer y de pasear. Apenas recordaba más que el sufrimiento agonizante que consiguió inmovilizarlo por completo. Pasaba el tiempo y, poco a poco, iba recuperando las fuerzas para poder volver a casa.
No fue consciente de aquella sombra que, agazapada en una esquina, latía de una manera extraña.

PUM
                                                                       PUM
                        PUM
                                                                                               PUM
Fundido a negro…

Fotografía de Ian Joseph Panelo

#RetoKi

Relato inspirado en el siguiente vídeo musical:

martes, 10 de diciembre de 2019

A new hope


No se lo pensó un instante. Aquella mañana recogió lo que consideraba de valor (básicamente el libro electrónico, cargadores, la tarjeta de crédito (y la documentación), el móvil, algo de ropa), lo metió todo en una mochila a modo de moderno hatillo y se lanzó al mundo.
Por primera vez en mucho tiempo, quiso comérselo. No sintió miedo ni se creyó engullida por la enorme ciudad en la que a diario se perdía con todo el respeto que le originaban sus grandes avenidas, sus marcados horarios, su laberíntica estructura.
La incipiente locura (¿o tal vez cordura?) que la aquejaba, parecía liberarla. No tenía condicionamiento alguno. Lo dejó todo atrás sin importarle lo más mínimo.
Con paso cada vez más decidido, caminaba a toda prisa sin destino previsto. Quería soltar lastre, alejarse de allí. Tomó todo el aire que le permitían sus pulmones y echó a correr. Erráticamente. Sintiéndose viva. Notando cómo su pecho comenzaba a fatigarse aquella fría mañana en la que su nariz no dejaba entrar suficiente oxígeno y optó por abrir la boca para que el caudal fuese mayor. Extenuada, se paró. Miró en derredor y se encontró en la estación de tren. Quiso hacer caso a su subconsciente, azar o casualidad, llamadlo como queráis. Cerró los ojos, apuntó con el dedo índice a la brillante pantalla llena de letras blancas que tenía frente a ella y al abrirlos, vio cuál sería su destino.
No sabía el tiempo que había transcurrido, le daba igual. Como si de un Ulises cualquiera se tratara, emprendía el viaje de regreso a Ítaca, su hogar por fin la reclamaba. Entretuvo su trayecto escuchando música, leyendo y echando cabezadas que, momentáneamente le regalaban la tranquilidad de quien descansa sabiendo que hace lo correcto.
La locomotora aminoró la marcha hasta que se detuvo. Segura de lo que hacía, emprendió el camino hacia las cercanas montañas. Por el trayecto, se fue despojando de todo aquello que le molestaba, que le sobraba, que le hacía daño de una u otra manera.
Acabó asomada a un acantilado y, mirando al infinito recordó aquella frase que  decía Obi-Wan Kenobi, en Star Wars “¿quién es más loco: el loco o el loco que sigue al loco?”
Y sintiéndose a salvo, liviana, ligera… ¡¡LIBRE!!... saltó.

#RetoKi Relato inspirado en la carta del tarot "El loco"...


lunes, 2 de diciembre de 2019

Y fue...


Ishana aún se preguntaba porqué. Aquella rizosa de pelo de fuego se había levantado con muchas preguntas aquella lluviosa mañana de noviembre. Tenía por costumbre cuestionárselo todo desde siempre pero, no sé, aquel día algo le pellizcaba el corazón.
Recordaba a Anhariel. SU Anhariel. Desde que se conocieron, se supieron uno del otro. Le vino entonces a la memoria el instante en que todo se precipitó. Era verano. Ella le escribió:
“Hay momentos especiales. Y en tan corto espacio de tiempo, y sin que lo sepas, he vivido contigo algunos memorables.
Como bien has dicho, eres un misterio para mí (cada día un poquito menos). Y claro, los huecos que tengo, los relleno con literatura.
Un instante que te voy a confesar ahora, se quedará para siempre en mi memoria. Fue hace muy poco.
Llovía. Estaba arropada con una manta en la terraza charlando contigo y la tele sonando de fondo.
Compartía contigo vídeos de canciones por la aplicación de moda y, cuando me despedía de ti, me lanzaste la canción que ¡oh, casualidad! está empezando a sonar ahora mismo, mientras te escribo. La escuché inmediatamente. El teléfono en el oído, bajo la manta, paladeando la letra… Me encantó, Anhariel. No te dije nada entonces porque sentí corte. Mucho. ¿Sabes? Me eché a llorar. Porque desde hacía tiempo nadie me dedicaba una canción. Porque la historia que contaba me pareció preciosa y porque (llámame idiota) creí que con ella me decías que estaba contigo siempre.
He debido soñar contigo porque este comportamiento no es normal en mí. Todo esto es nuevo.
Te echo mucho de menos.
Tranquilo. No te asustes. Va a seguir todo igual, seremos amigos como hasta ahora. Son mis cosas en espacio de guardia baja, nada más. Considero justo contártelo, ya que te incluyen.
Solo quería agradecerte los momentos estupendos que, queriendo o sin querer, me haces vivir.
Siempre tuya, Ishana”
Y desde ese día, para ellos… fue…

(CONTINUARÁ)