Hace mucho que me faltas. Más de lo humanamente admisible en
esta realidad. Y aún hay cosas que no me perdono ni creo que jamás lo haga. No
pude entrar a despedirme de ti; no te reconocía y me dolía demasiado acercarme
siquiera a tu habitación. Prefería mantener la imagen que aún conservo, que atesoro
como oro en paño, ese retrato que me acompaña y guía.
Al final tuviste que ser tú quien se acercó a verme. En el
duermevela acariciaste mi rostro con una breve ráfaga de aire. Supe
inmediatamente que eras tú. Tuve miedo, esperanza y miedo otra vez. Me parapeté
bajo las sábanas y aún noté tu presencia sobre mí un ratito más. Unos segundos,
imagino.
Y me dormí arropada en tu memoria.
¡Cuánto te echo de menos!
Te fuiste tal día como hoy, San Pedro. Siempre tan previsora,
querías garantizarte la entrada en el cielo.
Se me agolpan los recuerdos. Nos veo en el parque de Teruel,
camino a las Teresianas, en la Fuente Cerrada, en Espeja.
En mil y un eventos.
En mil y una discusiones.
En un infinito...
Quédate
conmigo, abuela.
😍😍😍
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