domingo, 14 de abril de 2019

La biblioteca del señor Linden


Texto inventado a partir de una imagen del libro “Los misterios del señor Burdick” (el título también te lo facilitan).
La biblioteca del señor Linden

Sé que la historia que os voy a contar no os resultará nueva, puede que ni siquiera extraña, pero para mí, que la viví en primera persona… me pareció algo insólito y, francamente, fuera de lugar.
Siempre me gustó ir de visita a la librería del señor Linden. Esa quietud, esa penumbra en los rincones de las estanterías (donde me ponía de puntillas para alcanzar los libros de las baldas superiores), ese olor a libros… había un halo de misterio en el ambiente que me atraía poderosamente.
Por eso, la visitaba cada semana (y si podía, más de una vez).
El señor Linden era un vejete reservado. Estaba invariablemente serio y cuando entraba alguien en su tienda siempre decía: “uhhhhhhmmmm”. Nunca sabía qué quería decir con ello pero, por la forma en que te miraba por encima de sus gafas, no presagiaba nada bueno, la verdad.
Recuerdo que el día en que ocurrió todo llegué a la librería, como de costumbre, a eso de las 17:30 y fui corriendo a la sección “Literatura fantástica” (es la que más me gusta). No vi a Linden, cosa que me extrañó porque siempre siempre siempre estaba “revoloteando” por allí. Había un libro nuevo: “Nunca dejaré de crecer”, de Irup Somar, una autora novel, española creo.
Lo cogí y sin tan siquiera abrirlo, fui a pagarlo para llevármelo a casa; (sí, no os extrañéis, ¿nunca os ha pasado que queréis leer un libro sólo por su título? Pues a mí sí,… ya veis….). Pero como antes comenté Linden no estaba, en su lugar, había una nota que decía “vuelvo en seguida, estoy atrás, en la biblioteca”. Sé lo que estaréis pensando: ¿y deja sola la tienda? ¡¡Ay madre!! ¡¡Que estamos en el siglo XXI!! ¡¡Tenía cámaras de seguridad y, además, cuando se ausentaba, la puerta se cerraba automáticamente y sólo se abría cuando desde dentro pulsaban un botoncito!!, sí, como en las peluquerías de mujeres ¿¿??.
Continúo… ¿En la biblioteca? ¡¡NUNCA hubo aquí una biblioteca, lo sabría!! Y cómo no… allá me fui… Si la librería era bonita… no tengo palabras para describir aquella biblioteca: paredes de madera, olor a… no sé cómo describirlo pero me fascinó, muchas luces y sombras, el mobiliario antiguo… y libros, muchos libros por todas partes.
Linden estaba sentado en un sillón de esos orejeros. Al verme dijo “uhhhhhhmmmm” y con un gesto me invitó a acercarme. Tímida, lo hice y le enseñé el libro que quería comprar. Linden simplemente sonrió y me dijo: “Buena elección, pero ten cuidado cuando te vayas a dormir”.
¿Cuándo me vaya a dormir? ¿Cuidado?... Bueno, serán cosas de la edad (que dice siempre mi madre… )
Pagué el libro y me marché a casa.
Imaginaos entonces lo que pasó… hice mis deberes, jugué un poco a Starcraft, cené y me fui a la cama. ¡Qué le voy a hacer! ¡Yo siempre leo en la cama antes de dormir (si es que me deja conciliar el sueño el libro que tengo entre manos, claro)! ¡¡Y nunca mejor dicho!! Empecé la lectura que había comprado por la tarde y me enganchó, la verdad; ya pensé que iba a ser otra de esas noches en blanco. Pero no fue así. Al llegar al capítulo 7, titulado “La hiedra trepadora”, un extraño sopor se apoderó de mí. Caí fulminada en el acto. ¡¡Qué sueño!! Quería abrir los ojos y continuar leyendo, pero una fuerza desconocida me lo impedía. Así que… pues nada, ¡a descansar! ¡mañana más -pensé-!.
Mientras dormía noté cómo algo me hacía cosquillas y un olor a menta invadía mis sueños…
Al día siguiente la habitación aún olía a menta. Abrí el libro y, a modo de marcapáginas, una ramita de hiedra separaba los capítulos 6 y 7. ¿Cómo? ¿Qué habrá pasado? ¿Cómo ha llegado esto hasta aquí?
Todavía hoy no tengo claro lo ocurrido. Pero, tal y como os decía al comienzo de la historia, de lo que estoy segura es de que se trata de algo fuera de lugar, porque los libros son para leerlos y punto… Aunque también es cierto que los libros son para soñar, incluso despiertos ¿no es verdad?

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